HISTORIA
DEL ACOLITADO:
Si analizamos la etimología
de la palabra “acólito”, procede del
griego y significa compañero, derivada a su vez de la voz camino,
en referencia al camino que se recorre en compañía. La figura del acólito se
recoge desde tiempos pretéritos en los distintos rituales celebrativos de la
iglesia, existiendo documentos del siglo XVII en los cuales se hace ya
referencia a su figura, funciones y atuendo. Es, por tanto, una función que estaba
en desuso y que desde hace unas décadas está volviendo a tomar la importancia
que tuvo en tiempos anteriores, ya que también se usaban en el pasado en
nuestras procesiones.
Hasta no hace mucho el
acólito representaba la mayor de las cuatro órdenes menores de la jerarquía
eclesiástica, siendo su función el servicio al altar y los sacramentos. Esto
fue así hasta que fueron suprimidas por el Motu Propio de Pablo VI “Ministeria
Quaedam” en el año 1972. A partir de este momento se crean los ministerios laicos
de Lector al servicio de la Palabra y de Acólito al servicio del altar y los
sacramentos, esta última figura es la que nos interesa y es, por tanto, a la
que nos vamos a referir a partir de este momento. Tenemos por tanto al Acólito
como un laico que ha recibido el ministerio por parte del Ordinario del Lugar,
otro nombre equivalente sería el de subdiácono. Hay que hacer patente aquí que
en el código de derecho canónico actual (más concretamente en el canon 230) se
hace referencia a que las funciones de Lector y Acólito deben ser desempeñadas
por hombres, siempre teniendo en cuenta que se entiende esta función como un
paso previo para la ordenación sacerdotal. Es más, el borrador de un documento
sobre abusos litúrgicos que van a sacar conjuntamente las Congregaciones para
la doctrina de la Fe y la del Culto y que se llamará "Pignus redemptionis
ac futurae gloriae", prescribe en uno de sus apartados la prohibición,
salvo permiso extraordinario del Obispo, de que las mujeres puedan ejercer en
estas funciones.
En el mundo cofrade esta
definición rigurosa se ha tornado por extensión a todo este grupo de servidores
que colaboran en la asistencia de nuestros pasos ya sea como portadores de
ciriales, incienso, cruz parroquial, monaguillos, etc. Se habla de su presencia
antaño para alumbrar las esquinas de los pasos o imágenes portadas a hombros,
derivando en la presencia delante de los mismos en la actualidad. Sin embargo,
si analizamos la presencia de los acólitos en los cultos internos, poco se ha
hecho hasta el momento, los intentos han sido escasos a pesar del gran campo
que se abre en esta materia.
MIEMBROS DEL CUERPO DE
ACÓLITOS:
En este punto vamos a pasar
a hablar de los distintos miembros del cuerpo de acólitos y de sus funciones
básicas:
- Pertiguero, este
sería el acólito con mayor responsabilidad ya que es el que comanda al resto de
miembros del cuerpo de acólitos tanto en los cultos internos, en los cuales
actuaría como maestro de ceremonias, como en los externos.
- Ceroferario (que no
Ceriferario, palabra que no existe) que es el encargado de llevar los ciriales.
- Cruciferario (o
Crucífero) encargado de portar la Cruz Parroquial o Alzada.
- Turiferarios son
los encargados de portar los incensarios, por extensión este término se aplica
también a los acólitos que llevan la naveta.
- Auxiliar, que se
aplica al acólito que lleva el canasto con las pastillas de carbón, pabilos y
cerillas.
- Acompañante, son
los que ejercen labores de acompañamiento del Preste en las salidas
procesionales.
En cuanto a la vestidura,
los acólitos deben vestir con sobrepelliz, o sea, de blanco, sobre fondo negro,
aunque en las cofradías se les da un colorido y se les atribuyen dalmáticas y
otros elementos que van en la línea de barroquización de las mismas. Si los
acólitos son hermanos de una cofradía es bastante lógico que luzcan la medalla
de la misma. El pertiguero suele llevar una vestimenta especial llamada Ropón
similar a la Dalmática, aunque suele llevar colgando en el pecho el escudo de
la Hermandad en plata, u otro pasaje evangélico o alegoría.
En cuanto a los colores de
las Dalmáticas y el Ropón del Pertiguero, suelen ser el preferentemente el negro
(como he comentado anteriormente), morado o burdeos, aunque se usan otros
colores (verde, azul, blanco…) en función de la túnica de la hermandad o de su
vinculación a determinadas órdenes religiosas a pesar de que, como ya hemos
dicho, se pierde el significado litúrgico. El origen de vestir a los acólitos
con tanta riqueza estriba en la antigua tradición de que la riqueza del señor
se advierte en la riqueza con la que viste a sus servidores.
- Tras la consagración, al mostrar el cáliz y
la sagrada forma.
FUNCIONES DE LOS ACÓLITOS
EN LOS CULTOS INTERNOS DE LAS HERMANDADES:
Los acólitos pueden, y deben,
formar parte integrante de los cultos de las cofradías ya que con su actuación
los revierten de gran solemnidad y les dan algo más de dinamismo, además
ofrecen un cauce de acercamiento de los jóvenes a la vida de la comunidad parroquial
en la que anda inmersa la cofradía. En los siguientes párrafos voy a intentar
explicar resumidamente como puede ser su función dentro de cualquier acto de
culto interno, esto será también válido para otros actos extraordinarios que
organice la Hermandad.
Lo primero que vamos a ver
es la formación de la comitiva que va a desfilar desde la Sacristía al Altar
Mayor. Estará formada por dos acólitos turiferarios, les sigue el crucífero
escoltado por dos ceroferarios, luego va el portador del Evangelio (con el
evangelio en alto) seguido de los concelebrantes y el presidente. Tras ellos
irá el pertiguero (que actúa como maestro de ceremonias) y luego otros dos o
cuatro ceroferarios. En caso de presidir la celebración el Obispo, este iría al
final con el portador del báculo. En resumen (en mayúsculas van los acólitos
necesarios), la comitiva sería la siguiente:
TURIFERARIO
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TURIFERARIO
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CEROFERARIO
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CRUCÍFERO
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CEROFERARIO
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Portador evangelio
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Concelebrantes
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Presidente
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Ceroferario
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Ceroferario
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PERTIGUERO
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CEROFERARIO
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CEROFERARIO
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En esta disposición harían
falta 8 acólitos, el portador del evangelio puede ser un diácono o un lector
instituido e incluso podría ser también un acólito.
Antes de ponerse la comitiva
en marcha, un turiferario ofrece la naveta abierta a un diácono (o al portador
del evangelio) que se la ofrece asimismo al presidente para que imponga el
incienso. Tras esto puede empezar la procesión de entrada. Cuando se llega al Altar,
un turiferario entrega el incensario al diácono o al presidente para incensar
el altar y a los concelebrantes (si los hay). Durante todas las incensaciones
el acólito debe permanecer a la derecha del celebrante. El resto de acólitos
puede estar de pie o sentado pero siempre detrás del celebrante (presidente) ya
que este siempre ha de tener la máxima importancia en la celebración. Los ceroferarios
se podrían poner alrededor del altar pero siempre por detrás del celebrante, y
nunca por delante del altar. Así, para asistir al celebrante quedan el
crucífero y los turiferarios, siempre por detrás. El único que tiene el
privilegio opcional de situarse al pie del presbiterio es el pertiguero, así se
agiliza el acompañamiento de lectores, ofertores, etc como se verá más
adelante.
Cuando se hagan las lecturas
los acólitos se girarán hacia el ambón. El pertiguero va a recoger y acompaña a
los que van a hacer las lecturas, cuando llega el momento de leer el evangelio,
el pertiguero ordena levantar los ciriales, al celebrante lo acompañan (por
delante) dos ceroferarios que se sitúan a ambos lados del ambón, un turiferario
(para incensar el evangelio) y el pertiguero, estos dos se colocan detrás del
celebrante. Terminado de leer el evangelio todos vuelven a su lugar dejando al
sacerdote solo para la homilía (otra opción es volver a la sacristía en
procesión hasta que termine la homilía, aunque esta es quizás más engorrosa).
Una vez terminada la
homilía, el pertiguero ordena levantar los ciriales antes del Sanctus, los
cuales permanecerán alzados hasta el Padrenuestro. Si hay ofertorio, el
pertiguero conduce a los ofertores. En la preparación del altar, un acólito
lleva el cáliz, la patena con las formas y el corporal (paño que se pone sobre
el altar) extendiéndolo sobre el altar, mientras el otro lleva las vinajeras.
Lo de las vinajeras también tiene su historia, así una vez dejadas en el altar,
el acólito ofrece con la derecha la del vino procurando ofrecer el asa al
celebrante, luego la retira con la izquierda para hacer lo mismo con el agua.
Es muy importante que en el servicio del altar, tanto ahora como tras la
comunión, los acólitos sirvan al celebrante de frente al altar, evitando darle
la espalda. Luego se procede a incensar del mismo modo que al principio, con la
diferencia de que el turiferario incensa antes al celebrante o diácono (con dos
golpes dobles), luego el celebrante incensa a los concelebrantes, las ofrendas
y el altar e incluso a la asamblea. Terminado el ofertorio y la incensación,
dos acólitos se dirigen al celebrante, uno con el aguamanil (jarra con agua) y
el manutergio (paño o jofaina) y otro con el lavabo (palangana), para que este
se limpie las manos.
Durante la comunión (el
acolitado la toma antes que la asamblea) los acólitos ayudan al celebrante o
celebrantes a repartirla portando la patena (nunca el cáliz). Una vez terminada
la comunión, dos acólitos asisten al celebrante sirviendo al agua para lavar el
cáliz y retirando cáliz, patena y corporal.
Por último y antes de la
bendición, el pertiguero ordena levantar los ciriales, los cuales permanecerán
ya levantados, una vez terminada la misa se inicia la procesión de regreso con
el mismo orden que la de entrada.
Una anotación en cuanto al
uso del incienso. El uso del incienso radica en que este nos indica una actitud
de oración y elevación de la mente hacia Dios, según se puede derivar del Salmo
141. Es, por tanto, un signo de solemnidad y como tal debe ser usado. Según el
Misal Romano, el incienso puede utilizarse:
- Durante la Procesión de entrada.
- Al comienzo de la misa (para incensar el
altar).
- En la procesión y proclamación del Evangelio.
- Durante el ofertorio, para incensar las
ofrendas, el altar, al sacerdote y a la asamblea.
FUNCIONES DE LOS ACÓLITOS
EN LOS CULTOS EXTERNOS DE LAS HERMANDADES:
En el caso de los cultos
externos, la función de los acólitos está mucho más clara al menos en lo que se
refiere a los servidores de pasos ya que desde hace años los podemos ver delante
de los mismos, dándoles seriedad y mayor solemnidad si cabe. De todos modos,
hay otra figura como es la del Preste que prácticamente ha desaparecido de las
procesiones y que conviene detallar.
La configuración de los
acólitos delante de los pasos suele responder al siguiente esquema:
CEROFERARIO
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CRUCÍFERO
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CEROFERARIO
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PERTIGUERO
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CEROFERARIO
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CEROFERARIO
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TURIFERARIO
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NAVETA
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TURIFERARIO
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AUXILIAR
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En este caso sí que la
configuración se da a más variaciones, en especial en el número de acólitos
ceroferarios, aunque si observamos esta es la disposición que más se asemeja a
lo prescrito para las celebraciones litúrgicas. El uso en algunos lugares de mayor número de acólitos no tiene por tanto
ningún sentido litúrgico y lo único que hace es dificultar la visión del paso.
De todos modos y, a pesar de que no tiene ningún fundamento litúrgico, es usual
colocar en los pasos de Misterio de algunas hermandades sacramentales seis
acólitos ceroferarios en señal de mayor respeto. Esta costumbre no tiene ningún
sentido en pasos de Palio u otros pasos (San Juan, Verónica, etc.) en los que
siempre deben ser cuatro los ciriales ya que se pierde el sentido eucarístico.
Además, en los pasos que no porten imágenes de Cristo y de María, como ya se ha
comentado anteriormente, no tiene sentido litúrgico el uso de acólitos
turiferarios ya que el uso del incienso está reservado para la Eucaristía y las
imágenes de Cristo y de María. Hay que anotar además que litúrgicamente
hablando, lo lógico sería que los dos acólitos ceroferarios traseros escoltaran
al pertiguero en vez de ir detrás del mismo.
Con
respecto a la Cruz Parroquial o Alzada, sólo debería haber una en la procesión
y esta debe ir empezando el cortejo de la Virgen. En caso de no colocarse en
ese lugar, el lugar más adecuado es en el cuerpo de acólitos de la Virgen,
señalando el final de la procesión, debido a su gran importancia litúrgica. Por
tanto, no tiene mucho sentido sacar la cruz parroquial en el paso de Misterio.
Entendiendo el paso como
altar en la calle, la función de los acólitos queda encajada perfectamente,
siendo el pertiguero el responsable de que los ciriales estén siempre alzados
mientras el paso esté levantado y dando las órdenes pertinentes para que el
cuerpo de servidores quede siempre lo más cercano al paso. El color de las velas de los ciriales
siempre debe ser el mismo que porte el paso que lleva detrás (y no el color de
los cirios de las secciones que van delante), otra cosa es la proliferación de
colores que se está dando en nuestros cortejos, la cual no siempre responde a
los cánones litúrgicos. Digamos finalmente a modo de alegoría que si el Paso es
el Altar, los acólitos son el Presbiterio.
Vamos ahora a describir la
figura del Preste y su acompañamiento por ser la más desconocida en la
actualidad. Pero para ello analizaremos antes la figura del sacerdote en relación
con la salida procesional: hay que recordar que con el reglamento base
diocesano las cofradías son asociaciones públicas de la iglesia. Esas asociaciones
realizan (entre otras cosas) cultos, los cuales pueden ser internos y externos.
Por tanto, si la presidencia de los cultos internos corresponde a un sacerdote,
lo mismo podremos decir de la de los cultos externos. La presencia del
sacerdote en la estación penitencial es por tanto necesaria y diríamos aun más
obligatoria a tenor de lo redactado en el artículo 19 del reglamento base y aun
más lo prescrito en el artículo 530/6 del actual código de derecho canónico,
mostrando al pueblo el carácter eclesial de nuestras hermandades (exacto, no
somos un simple museo andante). El sacerdote, normalmente el director
espiritual (aunque también puede ser otro sacerdote vinculado a la Hermandad),
puede y debe por tanto presidir la estación penitencial de la hermandad en su
totalidad.
Una vez aclarado este punto,
diremos que el sacerdote puede ir situado en el cortejo en dos lugares: en la
presidencia junto al Hermano Mayor (que es donde habitualmente estamos
acostumbrados a verlos) o al final del cortejo como Preste, palabra que
etimológicamente tiene significado similar a la voz presbítero, mucho más común
en nuestros días. Si lo hace en la presidencia de la cofradía, deberá ir
vestido con sotana y manteo o con el hábito de la orden religiosa a la que
pertenezca. En caso de ir como Preste, su vestimenta deberá ser la capa pluvial
normalmente en color morado para las procesiones penitenciales y blanco para
las de gloria aunque se admiten excepciones. El Preste suele ir acompañado de
uno ó dos acólitos denominados acompañantes y que, en caso de portar un cirio
encendido se denomina Carráncano o Sochantre, en este caso el
acólito llevará sotana y roquete.
CONCLUSIONES:
El
papel de los acólitos
como hemos podido ver a lo largo de este serial divido en 3 es muy
importante e
implica un compromiso que no debe de durar solo unas semanas sino que
debemos
impulsar como una forma de vivir la fe dentro de la Hermandad, que al
final
culmina con esa ofrenda amorosa a Cristo y María en la salida
procesional.
Desde las cofradías se debe de impulsar la formación de estos grupos,
ofreciéndoles el apoyo necesario y brindándoles oportunidades para que
puedan
aprender los distintos aspectos formativos y litúrgicos necesarios para
desempeñar su labor con brillantez. Aquí habría que desarrollar un
trabajo
formativo con los acólitos para que comprendieran su función dentro de
las
celebraciones de la cofradía, desgraciadamente no hay muchos materiales
al
respecto (creo que hace poco se publicó algo, incluso D. David García
Trigueros dio una pequeña charla/coloquio acerca del tema), aunque estoy
seguro de que eso no será un impedimento para conseguirlo.
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