LA TÚNICA NAZARENA

Comienzo recordando una definición de Hermandad y Cofradía, aunque pienso existen matices diferenciadores entre ambas, podríamos decir que son asociaciones voluntarias de carácter principalmente laico movidas por una finalidad religiosa y por tanto sujetas al Derecho Canónico. A pesar de cumplir una amplia gama de funciones, deberían de fundamentarse principalmente en tres pilares: caridad, formación de sus miembros y el culto a sus Titulares (tanto público como interno).

Pues bien, podríamos afirmar que la salida procesional es uno de los actos de culto más importantes de nuestra Hermandad. Como somos miembros de la Iglesia debemos aceptar sus mandatos, y al igual que lo hacemos público cada domingo rezando el Credo, “reconocemos un solo bautismo para el perdón de los pecados” (el sacramento de la confesión), de esta forma hemos de ver en cada estación de penitencia una oportunidad única para encontrar momentos de oración y acercamiento a Dios, además de dar pública protestación de nuestra fe.

Cada Viernes Santo, la Hermandad se planta en las calles de Granada acompañando a nuestras sagradas imágenes Titulares,  y no debemos dejar pasar por alto uno de los  elementos que más llama la atención de los cortejos procesionales,  como es la túnica nazarena, que en general ha ido cambiando a lo largo del tiempo, adaptándose a diferentes modas y mentalidades, y nuestra Hermandad no ha sido una excepción, cambiando tejidos, diseños y elementos. Pasando desde el raso a la sarga, capillos rematados en pico a forma redondeada, fajines por cíngulos, eliminar bocamangas y borlones, añadir capas, cambio de escudos… hasta adoptar el hábito actual.
Repasando un poco de historia, podremos entender mejor de donde viene todo este ritual, ya que con el gentilicio de nazarenos se conoce a todos los que forman parte de la estación de penitencia vistiendo la túnica de la misma, debido a que fue la Hermandad de Jesús Nazareno de Sevilla (El Silencio), la primera que adaptó la túnica con reminiscencias medievales que se usaba anteriormente al estilo actual. Ellos fueron los precursores de que hoy veamos largas filas de nazarenos, también llamados hermanos de luz, en los desfiles procesionales. Hay que hacer distinción con los hermanos penitentes, que visten la túnica nazarena, pero sin lucir capirote, y sustituyendo el cirio por la cruz de madera al hombro. El vestir la túnica de nazareno se ve rodeado de un rico e histórico ceremonial cargado de simbología, sin olvidar que cada uno de los elementos que la componen tiene su propio significado. El hábito  nazareno tal y como lo entendemos hoy día, como ya he mencionado anteriormente, tiene sus orígenes en la época medieval.

 El primer elemento que vamos a analizar es el capirote. Este cono de cartón (aunque ya los hay de mil materiales, buscando la mayor comodidad y ajuste) que sirve de sustento al antifaz, tiene su origen en los tiempos de la Inquisición, cuando era empleado para que aquellos  que cumplían penitencia, además de una mortificación física, tuvieran que pasar  vergüenza pública al ser reconocidos como pecadores por cualquier persona, llevándolo por las calles y plazas que tenían que recorrer, siendo este capirote de gran tamaño y muy vistoso. No contentos con eso, se daba a conocer el pecado que la persona había cometido a través de un trozo de tela en el que iba escrito, y que le colgaba por el pecho y la espalda, el conocido “sambenito”. Pues bien, de esta prenda proviene el actual escapulario que forma parte de muchas indumentarias. Siempre se ha creído que provenía más por la semejanza con los hábitos monástico que por su significado penitencial. En la antigüedad se usaban para colocar sobre ellos el escudo de la Hermandad, función que hoy cumplen bien el antifaz en las túnicas de cola, o bien  la capa en las cofradías que la vistan.

Siguiendo con el análisis de los distintos elementos que forman el hábito, nos encontramos con el cinturón o fajín de esparto, que se usa en muchas partes (sobre todo en el norte de España) para realizar penitencia provocando sufrimiento físico. Normalmente está conformado por gruesas cintas o cuerdas de cáñamo o esparto unidas y anudadas a la cintura apretándola moderadamente, es sin duda un claro vestigio de aquellos hermanos disciplinantes que formaban parte de los cortejos, que con su espalda descubierta se infligían dolor corporal azotándose con flagelos o látigos (se pueden ver hoy en día en los “picaos” o los “empalaos”). Estas cuerdas cubrían el torso al completo e iban anudadas al cuello. Actualmente lo suelen vestir las Hermandades de silencio o de un carácter penitencial mas marcado.

Vamos a pasar a la  prenda principal de la indumentaria penitencial, que no es otra que la túnica, no siendo ésta más que una sotana que viste al nazareno, al igual que las que llevó Nuestro Señor Jesucristo. Cabría aclarar que si bien la túnica es solo un elemento más del hábito del penitente, todos entendemos por ésta amplio al conjunto de todos los elementos que lo forman (sotana, antifaz, capa, cíngulo). Bien, originalmente las túnicas  se confeccionaban  con telas de pobre calidad y bajo coste, acentuando así el carácter ascético del ejercicio que se pretendía realizar con ellas, y por qué no decirlo, por unas horas al año equiparaban a todas las personas sin importar su condición social o económica, todas se ponían a la misma altura a la hora de realizar penitencia. Tres colores eran los que se solían vestir: blancas, moradas y negras. En un principio eran cortas, no llegando a cubrir más allá de las rodillas. Una curiosidad era ver como las túnicas tenían una prolongación de tela por su parte posterior, la conocida cola, (que simbolizaba los pecados de cada persona), la cual se llevaba recogida del brazo y se dejaba caer el suelo para arrastrarla en momentos puntuales del recorrido, acentuando así el carácter penitencial y de duelo. Por motivos prácticos las túnicas de cola evolucionan, anudándose o introduciéndose la cola por dentro del esparto. Como curiosidad, comentar que a éstas colas también se les daban otra utilidad, ya que era empleada para amortajar a los difuntos, siendo enterrado éste con su hábito nazareno.

Proseguimos con el antifaz y los guantes (aquellas que usen estos últimos), que simplemente se usan para mantener el anonimato de la persona que realiza la estación de penitencia. Acabamos con el calzado, usando desde zapato a sandalia, nuevamente dependiendo del carácter de la Hermandad, o incluso de su propia evolución histórica. Recordando que originariamente las penitencias se realizaban descalzos.

Será 1888 la fecha a remarcar como la “revolución del hábito”, ya que el sevillano Juan Manuel Rodríguez Ojeda, diseña una novedosa túnica para la Hermandad de la Macarena, pasando de  los nazarenos de altos capirotes con sus túnicas de cola enlutadas, ceñido fajín de esparto y pies descalzos, a este nuevo diseño de túnica, que enfatiza el carácter de Esperanza e incluso alegría que se anticipa con la Resurrección, dejando atrás el carácter hierático y de gran dolor y pesadumbre de los momentos trágicos de la Pasión de Cristo.

Todos los elementos de la túnica se van viendo  modificados: los capirotes se reducen en tamaño, la tela pasa a ser de lana pura de oveja merina o tejidos más nobles que los anteriores, incluso alterando sus colores por otros más vivos. La cola se sustituye por una vigorosa capa con vuelo, la conocida como capa “Juanmanuelina”, siendo la principal aportación a este nuevo diseño de túnica.

El cinturón de esparto cambia por un fajín y la soga de esparto que se anudaba al cuello es sustituida por cordones o cíngulos entrelazados. En la simbología tradicional los cordones significan unión, fraternidad y se harán con los colores propios de la hermandad.

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