INICIO CUARESMA 2016


Queridos hermanos en Cristo:

Casi recién inaugurada la Cuaresma, ya nos encontramos prácticamente en su ecuador, pues comenzamos esta semana la segunda de este tiempo litúrgico que tanto esperamos a lo largo del año por ser preludio de los días grandes que han de venir, sobre todo, del gran día: el Viernes Santo. Por ello desde la vocalía de formación nos gustaría recordar que es la Cuaresma y su sentido teológico y espiritual.

La Cuaresma es el recuerdo de los cuarenta días que Nuestro Señor pasó a solas en el desierto, meditando y preparándose espiritualmente para vivir su Pasión, Muerte y Resurrección. 40 días de soledad y absoluta pobreza, no solo material, sino también espiritual. Tres veces fue tentado el mismísimo Hijo de Dios por Satanás: sintió hambre el Salvador, y el demonio lo tentó para que convirtiera las piedras en panes (Si en verdad eres Hijo de Dios, haz que estas piedras se conviertan en panes), y Cristo le contesta: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que procede de la boca de Dios”; fue tentado el Salvador para que demostrase su potestad como Hijo de Dios cuando Satanás lo puso sobre el pináculo del Templo de Jerusalén (Si en verdad eres el Hijo de Dios, arrójate al vacio, pues escrito está: “Dará órdenes acerca de Ti a sus ángeles, para que te lleven en sus manos, no sea que tropiece tu pié con alguna piedra), y nuestro Señor contesta al maligno: “Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios”. Y por tercera vez fue tentado el Verbo Divino, por quien todo fue hecho (lo llevó Satanás a la cima de una montaña y, mostrándole los reinos todos del mundo, le dijo: todas estas cosas te daré si postrándote me adoras), pero Él, firme, sereno, abandonado en la providencia del Padre Celestial, le contesta: “Apártate de mi Satanás, pues escrito está: al Señor tu Dios adorarás, y sólo a Él darás culto”.

Cristo, ¡Dios Hijo mismo!, hace penitencia durante cuarenta días, aún siendo perfecto Dios… pero sabiendo que era también, por su  connaturaleza adoptada, perfecto hombre. Si Cristo, que era perfecto Dios y perfecto hombre, supo necesario el hacer penitencia durante más de un mes en el desierto, y para ello fue guiado por el Espíritu de Dios… ¿Qué somos nosotros más que Él, más que el Verbo por el que todo fue hecho? ¿Qué somos más que Él para obviar los pequeños sacrificios que suman a su pasión una perfecta oblación ofrecida al Padre por nuestra remisión?... Pensamos que la oración, la penitencia (que no consiste, ni mucho menos, en ir azotándose con disciplinas o flagelos, ni ponerse cilicio, ni estar una hora de oración de rodillas sin levantarse del suelo), que el liviano sacrificio de la vigilia el Miércoles de Ceniza, los viernes de Cuaresma y el Viernes Santo, etcétera, son cuentos de viejas; tonterías antiguas que, poco más, pensamos, son un atraso a la modernidad… sin embargo no creemos que Cristo sea una vieja que cuente cuentos, ni un atraso a la modernidad; de hecho, si así fuese, y así pensásemos… ¿Qué pintamos dándole “paseicos” a su representación durante una semana entera por nuestras calles?.

La tentación de Jesús manifiesta la manera que tiene de ser Mesías el Hijo de Dios, en oposición a la que propone Satanás y a la que los hombres (cf Mt 16, 21-23) le quieren atribuir. Es por eso por lo que Cristo renunció al Tentador a favor nuestro: “Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado” (Hb 4, 15). La Iglesia se une todos los años, pues, durante los cuarentas días de Cuaresma, al Misterio de Jesús en el desierto.
Por todo ello, la Iglesia, especialmente durante los tiempos de Adviento y Cuaresma, y sobre todo en la noche de Pascua, relee y revive todos los acontecimientos de la Historia de la Salvación en la Liturgia; y por ello exige que la catequesis ayude a los fieles a abrirse a esta “inteligencia espiritual” de la Economía de la Salvación, tal y como la Liturgia la manifiesta y nos la hace vivir. Es por ello que los tiempo y los días de penitencia a lo largo del año litúrgico son momentos fuertes de la práctica penitencial de la Iglesia (cf. Sacrosanctum Concilium 109-110; Codex Iuris Canonici can. 1249-1253; Corpus Canonum Ecclesiarum Orientalium 880-883). Estos tiempos son particularmente apropiados para los ejercicios espirituales, las liturgias penitenciales, las peregrinaciones como signo de penitencia, las privaciones voluntarias como el ayuno y la limosna, y la comunicación cristiana de bienes (obras caritativas y misioneras).

En las próximas semanas intentaremos desde esta vocalía meditar y arrojar una interpretación correcta sobre el sentido de esta penitencia que la Iglesia recomienda para este tiempo litúrgico, de manera que todos los hermanos seamos capaces de entender mejor qué es lo que se nos pide y el porqué se nos pide.
Recibid un cordialísimo Saludo en Cristo Jesús.

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