La
Gloria, o El Cielo, es el último novísimo que contemplaremos en esta
semana previa a la de la Pasión de nuestro Señor. Con la esperanza de
ser hijos de Dios, la Iglesia nos dice mediante su magisterio que los
que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están perfectamente
purificados, viven para siempre con Cristo. Son para siempre semejantes a
Dios, porque lo ven “tal cual es” (1 Jn 3, 2), cara a cara (cf. 1 Co
13, 12; Ap 22, 4): “Definimos con la autoridad apostólica: que, según la
disposición general de Dios, las almas de todos los santos… y de todos
los demás fieles muertos después de recibir el bautismo de Cristo en los
que no había nada que purificar cuando murieron…; o en caso de que
tuvieran o tengan algo que purificar, una vez que estén purificadas
después de la muerte… aun antes de la reasunción de sus cuerpos y del
juicio final, después de la Ascensión al cielo del Salvador, Jesucristo
Nuestro Señor, estuvieron, están y estarán en el cielo, en el Reino de
los cielos y paraíso celestial con Cristo, admitidos en la compañía de
los ángeles. Y después de la muerte y pasión de nuestro Señor Jesucristo
vieron y ven la divina esencia con una visión intuitiva y cara a cara,
sin mediación de ninguna criatura (Benedicto XII: DS 1000; cf. LG 49).
Esta
vida perfecta con la Santísima Trinidad, esta comunión de vida y de
amor con ella, con la Virgen María, los ángeles y todos los
bienaventurados se llama “el cielo”. El cielo es el fin último y la
realización de las aspiraciones más profundas del hombre, el estado
supremo y definitivo de dicha.
Vivir en el cielo es “es
con Cristo” (cf Jn 14, 3; Flp 1, 23; 1 Ts 4, 17). Los elegidos viven
“en El”, aún más, tienen allí, o mejor, encuentran allí su verdadera
identidad, su propio nombre (cf. Ap 2, 17):
Pues la vida es estar con Cristo; donde está Cristo, allí está la vida, allí está el reino. (S.Ambrosio, Luc. 10, 121)
Por
su muerte y su Resurrección Jesucristo nos ha “abierto” el cielo. La
vida de los bienaventurados consiste en la plena posesión de los frutos
de la redención realizada por Cristo, quien asocia a su glorificación
celestial a aquellos que han creído en Él y que han permanecido fieles a
su voluntad. El cielo es la comunidad bienaventurada de todos los que
están perfectamente incorporados a Él.
Este misterio de
comunión bienaventurada con Dios y con todos los que están en Cristo
sobrepasa toda comprensión y toda representación. La Escritura nos habla
de ella en imágenes: vida, luz, paz, banquete de bodas, vino del reino,
casa del Padre, Jerusalén celeste, paraíso: “Lo que ni el ojo vio, ni
el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para
los que le aman” (1 Co 2, 9).
A causa de su
transcendencia, Dios no puede ser visto tal cual es más que cuando Él
mismo abre su Misterio a la contemplación inmediata del hombre y le da
la capacidad para ello. Esta contemplación de Dios en su gloria
celestial es llamada por la Iglesia “visión beatífica”.
En
la gloria del cielo, los bienaventurados continúan cumpliendo la
voluntad de Dios con relación a los demás hombre y a la creación entera.
Ya reinan con Cristo; con Él “ellos reinarán por los siglos de los
siglos” (Ap 22, 5; cf. Mt 25, 21-23).
Podemos, por
tanto, esperar la gloria del cielo prometida por Dios a los que le aman
(cf. Rm 8, 28-30) y hacen su voluntad (cf. Mt 7, 21). En toda
circunstancia, cada uno debe esperar, con la gracia de Dios, “preservar
hasta el fin” (cf. Mt 10, 22; cf. Cc. Trento: DS 1541) y obtener el gozo
del cielo, como eterna recompensa de Dios por las obras buenas
realizadas con la gracia de Cristo. En la esperanza, la Iglesia implora
que “todos los hombres se salven” (1 Tm 2, 4). Espera estar en la gloria
del cielo unida a Cristo, su esposo: Espera, espera, que no sabes
cuándo vendrá el día ni la hora. Vela con cuidado, que todo se pasa con
brevedad, aunque tu deseo hace lo cierto dudoso, y el tiempo breve
largo. Mira que mientras más peleares, más mostrarás el amor que tienes a
tu Dios y más te gozarás con tu Amado con gozo y deleite que no puede
tener fin (S. Teresa de Jesús, excl. 15, 3).
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